Tuesday, June 06, 2006

El medio natural y la ocupación del territorio

Los Llanos Orientales son un territorio complejo en donde se entremezclan elementos geográficos, económicos, sociales, culturales, políticos en una configuración histórico-espacial acelerada y conflictiva. Se puede decir que su conformación y organización actual ha sido mediada por el conflicto en diferentes aspectos. El mundo físico de los Llanos está contenido en un paralelogramo, que en su lado occidental tiene el piedemonte de la cordillera oriental, en el oriente al cauce del río Orinoco, el lado norte lo demarcan el río Meta y Arauca y el lado sur el río Guaviare. Según el Atlas Regional Orinoquia- Amazonia[1], los Llanos Orientales tienen una extensión de 230.967 km2 que representan el 20.2 por ciento del territorio nacional.
A pesar de su aparente homogeneidad geográfica, los Llanos presentan seis ecosistemas diferentes: El piedemonte, la llanura inundable, la altillanura, el anden orinoqués, la Serranía de la Macarena y la selva de transición. Esta clasificación nos obliga a mencionar la vegetación predominante en cada ecosistema: Encontramos el bosque característico del piedemonte llanero, con abundancia de epífitas y lianas; los bosques de vega de río, al margen de los grandes ríos de la región; los bosques de galería, distribuidos en las extensas sabanas a lo largo de los caños y ríos menores; los morichales, en espejos naturales de agua con grandes palmas y finalmente los bosques de transición amazónica al margen del río Guaviare y en la selva Mataven en el Vichada. Desde la época de conquista, la ocupación del territorio en estas áreas ha generado alteraciones significativas en los bosques. La vegetación de sabana ha sido objeto de transformación de la fisonomía del paisaje natural llanero por la frecuencia de quemas periódicas, prácticas de manejo de la inundación anual, presión de pastoreo, caza indiscriminada, sobrepesca, contaminación en los ríos por el uso de agroquímicos e introducción de especies exóticas para mejorar la calidad de los pastizales[2].
La ocupación del territorio de los Llanos se estimuló con el modelo primario exportador de la Colombia de los siglos IXX y XX. Los Llanos fueron productores de quina, caucho, pieles de tigre, fibras, aceites naturales y ahora de petróleo. Las misiones jesuitas (1659-1767) desarrollaron las bases de la economía llanera, fundaron conglomerados, dejaron sembradas las ideas de libre albedrío, raíz de la lucha por la libertad, que más tarde daría frutos en la guerra de independencia[3]. El tradicional modelo ganadero y la cultura llanera se deben en parte a la influencia de las misiones jesuitas y el mestizaje profundo de los colonos con la cultura indígena.

El siglo XX se caracterizó por las confrontaciones y guerras partidistas que fueron transformando tanto la estructura de la tenencia de la tierra, la composición socio-cultural de las ciudades y los campos. En la guerra de los mil días los territorios orientales fueron botín triunfal en la distribución de tierras para generales y élites capitalinas. El período denominado “La violencia” entre 1948 y 1957 produjo dos dinámicas importantes de apreciar: 1) el desplazamiento masivo hacia las urbes y 2) procesos de colonización hacia el oriente y la amazonía en los llamados entonces territorios nacionales. Por otra parte, las colonizaciones dirigidas por el gobierno o las que se realizaron de manera espontánea buscaban la ampliación de la frontera agrícola y la integración de territorios considerados baldíos a la economía nacional, siendo pobladas por campesinos andinos que se insertaron a ecosistemas diferentes pero implementando formas tradicionales de cultivo que no se correspondían con la fragilidad de los suelos existentes[4]. La lucha intestina de los colonos contra la resistencia de los indígenas provocó una disminución ostensible de la población nativa y su confinamiento a áreas expresas, abandonando su nomadismo como forma de vida[5]. La colonización de Arauca y Vichada difieren de la de Casanare y Meta. Los departamentos de Arauca, Meta y Casanare reciben población de los departamentos del centro del país, generalmente de Cundinamarca, Boyacá, los Santanderes y el Tolima. La colonización de Arauca fue temprana[6] y motivada por religiosos y ganaderos, la del Vichada motivada por el Estado, con la creación de asentamientos en zonas de frontera por razones de seguridad y soberanía nacional. Se destaca la colonización del Sarare araucano, la cual fue dirigida por el Estado[7] y la colonización del Duda-Guayabero en el Meta que fue de naturaleza espontánea[8]. Los procesos de colonización no obedecieron a políticas coherentes por parte del Estado. La ocupación desordenada del territorio y la articulación de estas tierras a la economía nacional fue conflictiva frente a la naturaleza e igualmente injusta y agresiva con las poblaciones nativas.

Una vez acordada la paz partidista y la instauración del frente nacional, se inician una serie de políticas tendientes a modernizar el país. No obstante, la modernización económica no llega a todo el territorio nacional[9]. La inversión nacional se dirige a fortalecer el modelo centralista y olvida las regiones apartadas. El Estado genera profundas disparidades al orientar el desarrollo económico hacia las zonas andinas. Prevalece la idea de los territorios nacionales, vistos como reserva y substrato inhóspito de posibles riquezas. En los Llanos las ciudades crecen igual que la población en el campo. Se disparan los procesos de urbanización tras la búsqueda de mejores condiciones de vida. No obstante esta situación de aislamiento, la región emerge como un territorio abastecedor de alimentos para los grandes centros urbanos. Se consolida una relación de dependencia económica regularizada por la demanda interna, entre Arauca con los Santanderes y la demanda externa relacionada con los poblados venezolanos cercanos; Casanare con Boyacá y Meta con Cundinamarca y Bogotá. Vichada permanece aislada y dependiendo del estado de las relaciones binacionales, por periodos articulada o desarticulada con el mercado venezolano.

La economía de Arauca y Casanare en la década de los 70 giraba en torno de la ganadería, complementada con una agricultura incipiente y la explotación maderera. En el Meta los cultivos transitorios empezaron a tecnificarse bajo los preceptos de la revolución verde. Surgieron cultivos comerciales que abastecían el centro del país. En los tres departamentos de los Llanos la economía campesina empezó a generar excelentes y a incorporar nuevas tecnologías, principalmente en la producción de frutales y hortalizas. Programas como el PNR, el DRI alcanzaron algunos exitosos al contemplar de manera integral la problemática rural, sin embargo, soluciones como la desigual distribución de la tierra se aplazan, mientras que los desequilibrios urbano-rurales se agudizan. La pobreza rural continúa siendo un gran problema nacional.


[1] IGAC, 1983.
[2] Idem. 2002
[3] La Orinoquia. Visión Monográfica. Corpes Orinoquia. 1997.
[4] Ponencia de Adolfo Alban. Departamento de Estudios Interculturales de la Universidad del Cauca, en Educación e interculturalidad en sociedades complejas. Tensiones y alternativas.2001
[5] En estas cacerías despiadadas los indígenas eran perseguidos como si fueran animales: eran azuzados, acorralados y asesinados sin piedad. Estas incursiones se conocieron como “las Guahibiadas”.
[6] Arauca fue fundada en 1780 por el cura seglar Isidro Daboin para contrarrestar el empuje poblador que traían hacia el occidente los ganaderos venezolanos.
[7] Adelantada por el Ministerio de Economía hasta 1945, año en el cual se encargó del proceso al departamento de Norte de Santander. Luego en 1950, estas funciones pasaron al Instituto de Parcelaciones, Colonización y Defensa Forestal (INCORA, 1973).
[8] Algunos estudios la relacionan con los inicios del movimiento guerrillero en la zona de Uribe, Meta.
[9] La modernización se adelantó dentro de un contexto conservadurista que no alteró las estructuras socioeconómicas y políticas, pilares del régimen político. Antes por el contrario, reforzó la exclusión, la desigualdad, la marginalidad y la fragmentación local y regional. Consuelo Corredor. Los límites de la Modernización. Cinep. 1997.

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